En La parte maldita estuvimos en comunicación con María Inés Krimer, autora de novelas policiales e integrante de la Unión de Escritores y Escritoras. Conversamos sobre las circunstancias que atravesaron los escritores y escritoras durante estos dos años de pandemia y el proyecto de la nueva Ley del Libro.
– El sábado 14 de agosto fue la actividad para relanzar la Ley del libro y el Instituto Nacional del Libro en qué consistió la actividad?
Fue una actividad que proclamamos la Unión de Escritores y Escritoras junto la Editorial Indómita Luz y la Federación Gráfica Bonaerense. Fue una apertura al debate de la necesidad de este Instituto que desde la Unión de Escritores y Escritoras ya venimos trabajando desde el año 2018, cuando recibimos el original del proyecto Filmus.
La necesidad de este Instituto es motivo de debates desde muchos años antes, creo que desde se promulgó la Ley del Fondo Nacional del Libro y La Lectura que remonta al año 2001 que nunca se puso en vigencia. En todo el ámbito cultural cruza la necesidad de que el libro tenga su instituto como lo tienen otras disciplinas culturales.Es una propuesta que tiene más de veinte años y la pregunta que nosotros nos formulamos en este año cruzado por la pandemia es ¿cómo es posible que el libro no tenga su instituto?
Había un proyecto de ley que se presentó en diputados pero no llenó al trámite parlamentario y calló; ahora la idea es volver a interesar a las autoridades, que vieran la posibilidad, la disponibilidad de volver a discutir este proyecto, a ponerlo en vigencia. Y ese es un poco el objetivo de impulsar el debate y convocar al espectro más amplio posible de interesados en el universo del libro (realmente es muy amplio) y además generador de muchas fuentes de trabajo.

– ¿En qué consiste la Ley del Libro?
Es un proyecto que intenta integrar a los distintos actores que operan en el universo del libro. Históricamente estos actores han desarrollado su actividad de una manera bastante independiente y cada uno tratando de preservar su espacio; quiero decir editores por un lado, imprenteros por otro, librerías por otro… los autores con su propia problemática pero nunca hubo una instancia o un espacio -o en este caso- un instituto como nosotros estamos intentando impulsar, que mirara todo este problema de manera integral. En estos momentos, con dos años de pandemia y una situación tan crítica en la industria editorial no hay más que ver los números que ha proporcionado la Cámara Argentina del Libro de caída libre de ediciones. Realmente es una situación muy compleja. Se hace necesaria más que nunca la presencia del Estado para que coordine estos universos que históricamente han actuado de una manera individual, y en este momento tan crítico cada uno tratando de salvarse como pueda. Hay algunos que flotan y otros se hunden, entre los que se hunden estamos los escritores.
– En base a lo que explicabas recién de la Ley del Libro quisiera preguntarte un poco desde tu mirada de escritora cómo ves a partir de la pandemia el panorama del mundo del libro, esta falta de poder hacer presentaciones, no tener contacto con lectores…
La pandemia indudablemente ha afectado de una manera muy notoria a todas las industrias culturales -particularmente la que más conozco y en la que trabajo- la industria del libro ha sido por los últimos números que manejamos de una caída estrepitosa, y dentro de ese universo, de una situación tan conflictiva. Justamente la situación de los escritores, que por lo general son los últimos en cobrar.
La vulnerabilidad y la fragilidad de la situación de quienes nos dedicamos a producir ese contenido de los libros; que generalmente es una figura que hasta -pienso yo no hace muchos años- no aparecía como actor en las discusiones -creo que hasta el año 2018 cuando aparece esta propuesta de Filmus- quienes se sentaban a discutir la problemática del libro eran libreros, editores, imprenteros, la industria gráfica, pero en ningún momento se llamaba a quienes producían los contenidos; y a lo mejor esa fue la gran novedad que se empezó a visibilizar a partir del año 2018, también con la militancia de la Unión de Escritores y Escritoras: de sentarnos en la mesa en condiciones de paridad, de discutir el destino de una nave en la que estamos todos adentro.

– ¿Cómo es para un gremio como Unión de Escritores y Escritoras que está tan ligado a lo individual formar/unirse de alguna manera sindicalmente, pensarlo en lo colectivo? ¿es fácil eso?
Es complejo pero creo que estos últimos tres años se ha avanzado muchísimo en ese sentido y también porque nos miramos en otra instancias culturales que han tenido posibilidades de crecimiento dentro de las problemáticas específicas mucho más interesantes que la escritura. En el caso del cine, o el caso del INCAA o el Instituto del Teatro, incluso el Instituto de la música; en realidad son presencias muy fuertes del Estado para militar la problemática de ese espacio dirigida especialmente a los creadores más vulnerables.
Nosotros, hablando desde la Unión de Escritores y Escritoras pensamos que el instituto debe estar dirigido al universo del libro en su totalidad, básicamente la mirada es asegurar la posibilidad de becas o de subsidios para escritores que no tienen a lo mejor la posibilidad de visibilidad, escritores del interior, o escritores que intentan hacer sus primeras armas en los grandes centros urbanos. Esos autores están totalmente desprotegidos y sin posibilidad de ver sus obras editadas, entonces la misma rigurosidad de estos tiempos que vivimos han vertido un poco esta idea de escritor aislado en su torre y cada uno negociando como puede sus contratos; y de repente surge una necesidad colectiva de juntarnos, de debatir nuestra situación e incluso de tratar de generar espacios para que los creadores en situación de vulnerabilidad. El año pasado incluso estuvimos armando bolsones de comida porque hubo pedidos de escritores que lo solicitaban, osea que realmente son puntos muy críticos y nosotros pensamos que la presencia del Estado es indispensable frente a una situación tan crítica. El consenso para el instituto -yo creo- existe, lo que falta es un poco de voluntad política para llevarlo adelante.
– Está bueno esto que contas porque rompe mucho con el mito o la imagen que se suele tener del escritor o la escritora subido a un pedestal o subido a un castillo de cristal, humanizar a la figura de quien produce esos contenidos.
Desde la Unión de Escritores y Escritoras venimos trabajando la figura del escritor como trabajador, esa fue la primera instancia que nos acercó y es un poco el norte sobre el cual seguimos trabajando. Me parece que ya -como bien lo expresas- esa idea del escritor solo como artista y despreocupado de sus condiciones materiales de vida ya pertenece realmente al pasado. Hoy en día, preguntarnos de qué vive un escritor, ya señala exactamente su situación dentro del mundo laboral.
El Estado tiene mucho para decir, porque si consideramos al escritor como trabajador, ya ciertamente tenemos que preguntarnos de qué manera el Estado lo protege y de qué manera el estado lo mira, igual que cualquier otro trabajador.
– Si bien la pandemia fue un gran causante de problemáticas económicas para gran parte de la población también puede ser un terreno fértil a la hora de pensarlo desde la literatura, ¿lo pudiste pensar así, lo ves así, tenes una mirada más de lo literario para lo que puede ser la producción de un libro, un cuento o una novela en base a la pandemia?
Siempre las situaciones críticas han permitido en nuestro país -en general toda Latinoamérica- el florecimiento de las artes como una forma de expresión y también como una forma de intervenir socialmente y de expresar sentimientos, percepciones de la realidad pero a la vez que las condiciones materiales en las que se producen esas expresiones o permiten que esas expresiones tengan visibilidad están cobrando una visibilidad muy importante es por eso que nosotros pensamos que más allá de la creatividad que se desarrolla en situaciones conflictivas hay una necesidad de que el Estado este apoyando con aportes, con becas, con subsidios y con una mirada de crecimiento al sector, porque lo real es que también los libros producen de bajos y producen divisas. La idea es que nosotros volvamos a ocupar un lugar en la Argentina de exportador de libros como lo tuvimos en los años 60’, principios de los 70’. Una industria muy floreciente que -creo yo- que por la ausencia del Estado y la ausencia de mirar el universo del libro en su totalidad, tuvo una crisis tan fenomenal.
Juan Stanisci, entrevistador.
Sofía Álvarez, edición.
Fiorella Mellado, desgrabación.
Entrevista realizada en La parte maldita, programa que sale todos los jueves de 14 a 15 horas por Radio Gráfica fm 89.3