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Por Juan Stanisci

José Francisco de San Martín y Matorras es el Aleph de los próceres. Es uno y no es ninguno. Es el hijo de una esclava. Es el de sangre india. Es el hermano de leche de Carlos Alvear. Es el inmaculado por la historia oficial. Es el que no se metía en política. Es el libertador de Perú, Chile y Argentina. Es el “sargentón” que puso una provincia entera al servicio de la guerra. Es el que imponía temor cuando no le hacían caso. Es el gran militar y estratega. Es el que no quería derramar sangre de compatriotas. Es el que le entregó su sable corvo a Juan Manuel de Rosas. Es el gran político. Es liberador de esclavos. Es el tirano personalista. Es el que no quiso seguir la guerra en Guayaquil.

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Batalla Punk

En el comienzo no había nada. San Martín fue el encargado de conducir, pero ante todo fundar, el Regimiento de Granaderos a caballo y, más tarde, el Ejército de los Andes. Para ello combinó la enseñanza militar a soldados inexpertos, el reclutamiento cuando faltaban brazos para luchar y la gestión de recursos para la subsistencia de ambos cuerpos militares.

Las historias no tienen comienzos ni finales claros. Pero podemos elegir una foto. La imagen es la de un ejército que marcha por las noches a la vera del Río Paraná. Es inminente su primera batalla. No solo para los Granaderos, quién los conduce tendrá su primer combate en suelo patrio. Desconocen cuándo y dónde será el enfrentamiento. Tienen vigilados los movimientos del enemigo, pero no quieren ser vistos. Por eso marchan por las noches.

El 3 de febrero de 1813, en San Lorenzo, se dio la batalla. El febo asomó y sus rayos iluminaron el histórico convento. El debut en primera de los Granaderos. Avanzó el enemigo con su rojo estandarte desplegado al viento. Una batalla con ritmo de punk rock que generó a uno de los primeros héroes nacionales. Paradojas de la historia, este tipo resultó ser mulato tirando a negro. Cabral, soldado heroico, cambió el destino de medio continente.

Los Granaderos fueron agua en el desierto de un territorio inmenso y con poca formación militar. San Martín empezaba a mostrar su capacidad para generar cosas prácticamente de la nada, habilidad que llegaría a su punto máximo en su etapa como gobernador de Cuyo.

Diez minutos bastaron para derrotar a los Realistas. Las bajas de los Granaderos fueron ínfimas respecto al enemigo. Fue debut y despedida. La Batalla de San Lorenzo fue la primera y única de San Martín en suelo argentino.

Al desierto

Fue designado a la cabeza del ejército del Alto Perú. El objetivo de éste era llegar a Lima, centro de poder de los españoles, a través del altiplano. San Martín se hizo cargo cuando el ejército estaba carente de recursos y sobrado de derrotas. Sucedió a Manuel Belgrano, jefe anterior, comentándole que tomar Lima a través del altiplano era una locura. Más cuerdo le pareció cruzar Los Andes.

La idea era tan ridícula ahora como entonces. La mayoría no lo tomó en serio. San Martín tras pedirse una licencia por su frágil salud y viajar a Córdoba, consiguió la Gobernación de Cuyo. Primer paso para cruzar Los Andes: armar la base de operaciones al pie de la Cordillera.

Cuando San Martín pidió la Gobernación de Cuyo, en Buenos Aires creyeron que era un muerto en vida. Iría al desierto cuando el nudo de la revolución estaba en cualquier región menos en esa. Alejarse de la guerra era salir del mapa político y militar de la nación naciente.

Para agosto de 1814, cuando comenzó su tarea de gobernador, el ejército cuyano contaba con 30 soldados. Al momento de alistarse frente a la inmensidad cordillerana para cruzar a Chile en enero de 1817, el ejército de Los Andes contaba con 4000 soldados. Para esto San Martín llevó adelante durante dos años y medios lo que el mismo llamó “un plan sargentón”.

El gran político

Su plan consistía en poner toda estructura provincial (que no era mucha) al servicio de la guerra. Reclutamiento de solteros. Aumento de impuesto. Cierre de importaciones. Creación de fábricas de pólvora y armamento. Liberación de esclavos. Además de darles un rol fundamental en el aparato productivo y militar a las mujeres, cosa no muy bien vista en la época.

San Martín llevó a los habitantes de Cuyo a un régimen donde el Estado debía estar presente en todas las acciones del pueblo. Tanto de los esclavos como de la elite del Cabildo. Así lo explica el historiador misionero Pablo Camogli: “El gobernador no trepidó en aplicar una política que podría ser tildada de estatista, intervencionista y hasta autoritaria. El Estado asumió el rol dinamizador de la economía y generó la acumulación de capitales necesaria para que el aparato productivo pudiera dar cuenta de las necesidades bélicas. Apropiación de fondos públicos, expropiación de riquezas privadas, exacciones extraordinarias, impuestos forzosos y donaciones “voluntarias” fueron solo algunas de las formas que se utilizaron en la época para los fondos que se requerían”.

Cuando un gobierno aprieta, por más que sea por la liberación, se generan tensiones. Desde arriba y desde abajo. San Martín se basó en tres pilares para gobernar: consenso, temor e imposición. El primer objetivo era la alianza. Negociaba para persuadir. Luego venía el temor, no tanto de una represión interna, sino de una invasión realista desde Chile. Si el temor no era suficiente, aparecía la imposición. Hacia abajo la cosa era un poco más simple. La oferta era difícil de rechazar. Pelear por la libertad individual y colectiva. La mayor parte del ejército de los andes fue conformada por esclavos, mulatos o peones. Al finalizar la guerra ellos, y el futuro país claro, serían libres.

El plan sargentón tuvo sus frutos. La historia oficial ocultó el rol político de San Martín. Sus formas quizás no coincidían con la del Libertador Bueno. Pero las revoluciones no son lineales y las cosas no son blancas o negras. San Martín puso una región a disposición de la liberación. Creo una industria, un ejército y hasta un Estado donde no lo había. Logró cohesionar a las distintas clases sociales, con sus rispideces, frente a un objetivo común. Y eso no lo logra cualquier militar. Eso lo logra un político fenomenal.